Nadie puede dudar que desde 1948 en que se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos, hasta nuestros días, han existido muchos progresos en todo lo que ella recoge. Pero si es una realidad que en los momentos actuales la economía y la obtención constante de beneficios, a costa de lo que sea incluso de los derechos que esta declaración viene a defender, se encuentra de manera desbocada donde todo vale. El discurso de que la solución al conjunto de nuestros problemas lo tendremos en los incrementos constantes de cifras macroeconómicas, deja de lado cualquier otra referencia y valida el incumplimiento por parte del conjunto de paises que han ratificado la declaración en papel mojado. De ahí que en este nuevo 10 de diciembre en que se celebra su aprobación, posiblemente más que celebrar debiera de ser un día de reivindicar su cumplimiento.
Como muestra un botón, si leemos de manera detenida lo que dice su artículo 25 y lo comparamos con lo que vivimos en nuestro día a día, la respuesta está servida:
"Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad".
Como alguien diría recientemente, las normas están para cumplirlas, y si no ...???
domingo, 10 de diciembre de 2017
martes, 5 de diciembre de 2017
La palabra DERECHO, la gran olvidada
Este pasado fin de semana se realizaba, un año más, la gran
recogida de alimentos. Una actividad “solidaria” donde se aporta lo que puedes,
o lo que te sientes obligado por el momento en el que se realiza ante la
presión de grupo que se produce.
En un par de ocasiones al acudir a dos distintos supermercados me encontré con las personas que se encargaban de esa recogida, al ofrecerme la bolsa antes de entrar les dije que no, dándole las gracias. En el fondo deseaba que me preguntarán ¿Por qué no le cogía la bolsa? Es obvio que no era su cometido cuestionar ni a las personas que se la cogían ni a las que como yo no lo hicieron. Incluso tuve la tentación en unas de las ocasiones en darles una explicación, me sentía casi obligado a realizarlo, y la palabra que más me venía a la mente para justificar mi negativa era la de DERECHO.
Junto a esta gran recogida y aunque durante todo el año se vienen produciendo, pero en estas fechas mucho más, se acercan las cenas solidarias, las recogidas de juguetes, las tómbolas y los rastrillos y todo lo que venga a trasladar que, aunque sea sólo por un día, somos muy buenos porque nos acordamos de personas que pasan hambre, de niños que no tienen juguetes, y me viene a la mente la misma palabra DERECHO.
Como se suele decir con toda la razón las palabras son muy
importantes porque construyen mensajes, y estos a su vez generan opinión, desde
aquí lanzo una propuesta de observación si hay una palabra inexistente en todos
los actos solidarios ya mencionados que no existe y posiblemente ni se la
espera, es la de DERECHO. El derecho
que todas las personas simplemente por serlo tienen a tener cubierta sus
necesidades básicas, el concepto de DERECHO es el gran olvidado no se si de
manera intencionada o simplemente porque ni se piensa ni se cree en el.
Y esa era mi respuesta que tenía preparada para la persona
del supermercado, más allá de recoger alimentos hay que defender derechos, y
estos no se defienden ni se reivindican desde la caridad y la limosna, un modelo
asistencialista que viene a fomentar este tipo de acciones. Yo quiero que con mis
impuestos se cubran las necesidades que tenemos todas las personas, y no que una
posible necesidad mía pueda o tenga que ser cubierta esperando a la “solidaridad”
de unos pocos.
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